Contingencias ambientales en el Valle de México, otro efecto del cambio climático
Gamaliel Aztatzi Aguilar, investigador del Departamento de Toxicología del Cinvestav, y su grupo científico
La Comisión Ambiental de la Megalópolis estima que, para la temporada de ozono en el área Metropolitana del Valle de México, se presentarán entre tres y 11 días con niveles que podrían activar al menos la fase I de contingencia ambiental, con una reducción respecto a 2024, en la que se dieron 12.
De acuerdo con Gamaliel Aztatzi Aguilar, investigador del Departamento de Toxicología del Cinvestav, las condiciones atmosféricas de la primavera, como altas temperaturas, radiación solar, falta de viento, presencia de compuestos orgánicos volátiles y óxidos de nitrógeno, provocan una reacción fotoquímica que produce ozono, una molécula altamente oxidante.
También, influye la presencia de otros contaminantes como el dióxido de carbono (CO2), dióxido de azufre, el material particulado, de 2.5 a 10 micras (PM2.5 y PM10), sobre la mala calidad del aire. Generalmente una contingencia ambiental en Cuidad de México se dispara al presentarse un incremento en las concentraciones de ozono y de los diminutos elementos sólidos en el aire.
Por otra parte, con el cambio climático la frecuencia en las contingencias ambientales va en aumento, además los parámetros para delimitarlas se han modificado de acuerdo a las demandas internacionales, por lo que los criterios meta de nivel de ozono se van modificando, de hecho, la norma actual señala que cada año se deberían ajustar sus concentraciones, explicó el investigador.
La contaminación del aire es una mezcla compleja porque incluye diversas sustancias; es un fenómeno que provoca vulnerabilidad en toda la población. A simple vista es percibida como una neblina gris conocida como smog, la cual se forma de dos maneras: por medio del dióxido de azufre y por la presencia de material particulado, junto con el ozono.
El contacto de las moléculas del smog con el cuerpo humano altera las mucosas, los ojos, la vía respiratoria superior, nariz y garganta, porque son sustancias oxidantes y, al ser un gas, especialmente el ozono, puede llegar hasta las regiones más profundas del pulmón donde se da el intercambio del oxígeno con el CO2; dicha irritación puede provocar daño a los componentes celulares de la membrana del pulmón, porque los oxida, provocando disminución de su permeabilidad y generado procesos inflamatorios.
El material particulado, al ser un polvo diminuto, se puede acumular en el organismo y permanecer en él por mucho tiempo; además, como contiene un núcleo de carbono es capaz de depositarse en el pulmón; por ejemplo, una persona no fumadora de Ciudad de México puede presentar depósitos de ese material, que se observan por pigmentaciones oscuras en el órgano, como si fuera un fumador.
Se ha observado que el ozono, en combinación con el material particulado, desencadena una hiperreactividad bronquial exacerbada en personas expuestas a esos contaminantes; en otros órganos como el corazón se reportan alteraciones cardiovasculares, incluyendo el aumento en la presión arterial; también, provoca daño renal y en los aparatos reproductivos. A nivel internacional se reporta alteración en el metabolismo de la glucosa, generando un estado adipogénico (obesidad).
Además, el grupo científico de Aztatzi Aguilar, desarrolla un nuevo modelo de investigación, para determinar los cambios metabólicos previos a la desregulación de la insulina que, a partir de los mecanismos de compensación de entrada o salida de glucosa, se presenta un desbalance por el material particulado generando un estado prediabético.
Las contingencias se declaran para frenar la emisión de los componentes contaminantes como los aerosoles secundarios, que fomentan la formación de ozono, por lo tanto, al disminuir la carga vehicular y limitar algunas actividades económicas, se reducen su precursores; pero existen otras actividades cotidianas promotoras de ese gas; por ejemplo, se observa en los aerosoles aromatizantes, usados en la limpieza o aseo personal, contenido de moléculas y compuestos orgánicos volátiles, los cuales al interactuar con la radiación ultravioleta, se descomponen y promueven la generación de ozono.
“Existen otros compuestos orgánicos volátiles entre los que se encuentran el xileno, acetaldehído o paraformaldehído, promotores de ozono, ya hay una propuesta de norma para poder medirlos; además, se deben hacer esfuerzos en la búsqueda o validación de métodos, que asocien su exposición a alteraciones biológicas y proponer acciones para su mitigación”, sostuvo Gamaliel Aztatzi.
Establecer un criterio para determinar una contingencia ambiental es complicado, porque se deben tomar en cuenta y equilibrar muchos factores: económicos, sociales, políticos o de salud y mediante modelos matemáticos analizar cómo se impacta a cada uno, sin embargo, los criterios actuales son adecuados para proteger la salud y no son laxos, aseguró el investigador.