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La revolución educativa no usa pizarras
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La revolución educativa no usa pizarras

¿Para qué sirve lo visto en clases?, es la pregunta que muchos estudiantes se hacen al entrar a los salones de clase de biología, química, matemáticos o historia, por mencionar algunas materias. Y su respuesta es la razón de diversas investigaciones educativas a nivel mundial, incluidas algunas en el Cinvestav.

Quizá el caso más significativo en México es el de las matemáticas, a las que incluso se les adjudica un alto porcentaje de la deserción escolar básica. Por ello se han realizado diversos esfuerzos para mejorar su enseñanza, desde incluir juegos didácticos hasta trucos de magia, pero a decir de María Teresa Rojano Ceballos, Investigadora Emérita del Departamento de Matemática Educativa del Cinvestav, las tecnologías digitales pueden tener mejor fortuna.

“Las nuevas tecnologías brindan una oportunidad diferente respecto a aquellas viejas (como el televisor o la radio), porque permiten un acercamiento práctico y experimental de los usuarios hacia sus propiedades, al trabajar con representaciones dinámicas de los conceptos y de los objetos”, precisó.

A través de herramientas creadas ex profeso para la enseñanza de las matemáticas, los estudiantes pueden trabajar con figuras tridimensionales y explorarlas, o emplear hojas de cálculo para resolver problemas de varias variables y poder visualizar procesos infinitos. Esos conceptos que antes sólo se veían a nivel bachillerato o profesional ahora son resueltos por niños de 10 años de edad.

Se trata de un nuevo paradigma en la enseñanza que intenta construir conocimiento de una manera distinta; es decir, en lugar de ver un objeto inerte en un pizarrón, ahora existen programas con los que el conocimiento es experimental y exploratorio.

“Los experimentos que hemos realizado (en el Departamento de Matemática Educativa) demuestran que los jóvenes pueden trabajar con ideas muy sofisticadas de matemática en estos entornos, y lo mejor es que aprenden y lo disfrutan”, señaló Rojano Ceballos.

Sin embargo, muchas de esas herramientas no han encontrado su camino hacia la escuela, ya que actualmente la tecnología se ve sólo como una alternativa de enseñanza y no como parte fundamental.

Lo anterior se debe a que en muchas comunidades académicas existe cierta resistencia de la escuela, como estructura y patrimonio del conocimiento, para adoptar por completo la tecnología como herramienta de enseñanza. Por lo que el gran reto de la educación en la época digital es replantear el papel de la escuela como transmisor de conocimiento que dialogue con el conocimiento cotidiano.

Una situación que, según Juana María Sancho Gil, investigadora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona, ocurre porque los actuales modelos educativos “no dialogan con el conocimiento cotidiano”, y es por ello que los alumnos de las escuelas creen que lo visto en los salones de clase no aporta a sus actividades diarias.

La enseñanza en las escuelas suele quitarle el contexto a la generación del conocimiento y sólo enseñan a partir de fórmulas y datos que, si bien pueden memorizarse, no ayuda a los estudiantes a construir nuevo conocimiento y, en consecuencia, suelen ver a esta materia como ajena a su realidad, dijo.

En ese sentido, la escuela debe realizar una autocrítica y no repetir los errores del siglo pasado donde sólo figuraba como un repositorio y transmisor de datos, sino darle un nuevo sentido al aprendizaje que lleve a ver las cosas de manera diferente.

El uso de las tecnologías digitales en la educación precisa determinar como premisa qué tipo de ciudadano quiere formar, y a partir de eso analizar los medios tecnológicos que necesita, o bien prescindir de ellos, como existen modelos en mismo epicentro tecnológico: Silicon Valley, donde muchas escuelas han decidido enfocarse en modelos educativos sin el uso de dispositivos móviles debido a que el entorno familiar de los alumnos está repleto de ellos, y prefieren ofrecer una experiencia diferente en los centros educativos. Un debate que está abierto.

El texto es parte del reportaje Revolución en el Aula, de la Revista AyP Vol 2 No. 4

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