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Mosquitos: pequeños, frágiles y transmisores de enfermedades

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Por: Noemí Rodríguez González

Asesoría: Rosa María del Ángel, Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular

Cuando se piensa en los animales más mortíferos para los humanos, quizá los insectos no aparezcan entre las primeras opciones; sin embargo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada año las enfermedades infecciosas transmitidas por mosquitos, garrapatas, moscas, chinches y pulgas, entre otros, cobran la vida de más de 700 mil personas alrededor del mundo.

En el caso de los mosquitos, insectos voladores que viven en casi todos los continentes y hábitats, además de ser pequeños (de entre 2 a 19 milímetros) algunas especies son consideradas una de las principales amenazas para la humanidad a causa de los virus y parásitos que transmiten.

Tan solo en el continente americano el dengue, la malaria, la fiebre amarilla y el chikungunya (todos transmitidos por mosquitos) están entre los 10 principales padecimientos infecciosos que ponen en riesgo la salud de la mitad de la población.

Los mosquitos pertenecen a la familia Culicidae, se caracterizan por tener un cuerpo delgado, patas alargadas, un aparato bucal extendido y escamas sobre las venas de las alas. Hasta el momento se conocen más de 3 mil 500 especies, la mayoría polinizan las plantas (se alimentan de néctar y savia) y son la comida de diversos animales como arañas, peces y murciélagos.

Solo las hembras de 200 especies de estos insectos alados se alimentan de sangre, incluida la del humano, a fin de obtener la energía necesaria para producir sus huevos y depositarlos en un ambiente con agua, en donde se convertirán en larvas, pupas y finalmente en adultos.

De las especies que se alimentan de sangre, una cantidad menor representa un problema de salud pública. Dos de ellos, Aedes aegypti (originario de África) y Aedes albopictus (proveniente de Asia) son capaces de transmitir al humano virus como el del dengue, zika, chikungunya y el de la fiebre amarilla, entre otros.

A. aegypti o mosquito de Egipto, es el principal transmisor del dengue y actualmente habita las regiones tropicales y subtropicales, así como las zonas ubicadas debajo de los 1000 metros sobre el nivel del mar, aunque también se ha registrado su presencia a una altitud mayor.

Acerca de cómo viajó al continente americano, existen varias teorías, una de ellas señala que fue en barriles de agua transportados en barcos que formaban parte de las expediciones de los colonizadores; otra indica que llegó durante los siglos XV al XVII a bordo de los navíos que trasladaban esclavos.

Desde hace algunos años, la urbanización desorganizada y el aumento en el uso de envases que no se descomponen a través de un proceso natural (como los plásticos) le han permitido ampliar su zona de distribución, ya que emplea los recipientes con agua acumulada para colocar sus huevos.

Las hembras de este mosquito pueden vivir tanto dentro, como en los alrededores de las casas, se alimentan preferentemente de la sangre de humanos y suelen picar unas horas antes del atardecer y durante las primeras del amanecer, pero si hay luz artificial también lo hacen de noche.

En el caso de A. albopictus, conocido como mosquito tigre debido a su patrón de rayas blancas sobre su cuerpo oscuro y a su comportamiento persistente y agresivo al picar, aunque solía vivir en las selvas tropicales asiáticas, en las últimas décadas se ha extendido a África, América y Europa, por lo que es considerado una de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas.

Este mosquito tiene alta capacidad para transmitir enfermedades infecciosas, incluida el chikungunya. Se puede establecer tanto en áreas rurales con densa vegetación y cuerpos de agua pequeños, como en regiones urbanas en donde coloniza macetas de cementerio, latas de refrescos, recipientes abandonados y neumáticos usados. Además, las hembras se pueden alimentar de la sangre de mamíferos (entre ellos el humano), animales de ganado y aves.

La habilidad del mosquito tigre para utilizar contenedores artificiales como sitios en donde depositar sus huevecillos, ha facilitado su distribución a través del transporte de mercancías, en especial de llantas usadas que pueden acumular agua de lluvia.    

En 1985 se registró la presencia del mosquito tigre en Estados Unidos, fue introducido en un barco que transportaba llantas usadas desde Japón. Tres años después se identificaron por primera vez en México larvas en una llanta abandonada en el municipio de Matamoros, Tamaulipas.

Un aspecto a destacar es que los huevecillos que depositan ambos mosquitos pueden soportar condiciones secas o de bajas temperaturas por varios meses y continuar su desarrollo (hasta convertirse en adultos), cuando los factores ambientales son favorables. Lo cual representa un problema para los programas de control que buscan evitar la reproducción de estos insectos con miras a evitar muertes humanas.

Para que un mosquito transmita alguna enfermedad infecciosa, primero un virus o parásito debe lograr sobrevivir en su interior sin provocarle daños; y cada especie de estos insectos aloja patógenos específicos.

La transmisión viral a humanos entre los mosquitos de Egipto y tigre empieza cuando una hembra de este insecto ingiere la sangre de una persona infectada. El virus entra a sus células y libera su material genético para reproducirse en grandes cantidades e invadir diversos tejidos del mosquito. Cuando este mosquito infectado se alimenta nuevamente, ahora de un individuo sano, le transmite el virus; y el ciclo se repite una y otra vez.

Así, entre más personas y mosquitos convivan en un mismo ambiente, el riesgo de que los virus del dengue, zika o chikungunya se propaguen incrementa, a esto deben añadirse los factores climáticos, como el aumento de la temperatura del planeta y los cambios en la intensidad y frecuencia de las lluvias, que podrían favorecer la proliferación de estos insectos.

En especial porque los virus como el del dengue, que anualmente provoca la muerte de 40 mil personas, no tienen el mismo impacto en las poblaciones de mosquitos; la diferencia radica en que estos insectos no presentan síntomas y la infección queda latente en su interior toda su vida (entre 20 y 30 días en promedio), tiempo durante el cual la pueden trasmitir al humano.

México es uno de los países donde enfermedades como dengue, zika y chikungunya representan un reto para la salud pública. Y en vista de que actualmente no existen vacunas para la mayoría de las infecciones transmitidas por mosquitos, la única forma de protegerse es evitar su picadura usando repelentes, insecticidas, mosquiteros y tener espacios como jardines y patios libres de agua estancada o recipientes en donde las hembras depositen sus huevecillos.

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