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Baluarte de la ciencia nacional*
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Baluarte de la ciencia nacional*

El sábado 6 de mayo de 1961, la página cinco del Diario Oficial daba cuenta de la creación de un organismo que tendría el “objetivo de preparar investigadores, profesores especializados y expertos en diversas disciplinas científicas y técnicas, así como la solución de problemas tecnológicos (del país)”. Esa fecha marcaba el inicio formal del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), una institución que a 55 años de su creación es considerado un baluarte del desarrollo científico y tecnológico nacional.

Firmado un mes antes por el presidente de la República Adolfo López Mateos, el 17 de abril, fecha elegida para celebrar el aniversario de la institución, el decreto formalizó el inicio de la vida institucional del Cinvestav, y marcó también la culminación de un esfuerzo trazado años atrás por una serie de connotados personajes de la ciencia mexicana, quienes tuvieron la visión de darle al país una institución de vanguardia capaz de contribuir al desarrollo nacional a través del conocimiento.

El citado decreto estaba conformado por 36 artículos que, en esencia, reflejaban las intenciones que hombres como Manuel Cerrillo Valdivia, Eugenio Méndez Docurro, Manuel Sandoval Vallarta y Víctor Bravo Ahuja, entre otros pensadores y funcionarios, trazaron desde finales de la década de 1950 con la intención de crear una escuela de posgraduados en México, con el principal objetivo de hacer frente al retraso científico que el país vivía tras un agitado inicio del siglo XX.

Pero ese no fue el primer antecedente legal del Centro, ya unos meses antes, el 5 de noviembre de 1960, el presidente Adolfo López Mateos había decretado su creación como parte del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y de hecho desde el 28 de octubre de ese mismo año habían inscrito su Registro Federal de Causantes.

A diferencia del decreto de 1960, lo formalizado seis meses después subrayaba que la nueva institución debía operar “como organismo descentralizado con personalidad jurídica y patrimonio propio”, aunque también refería que en caso de la disolución del Centro, su patrimonio pasaría a favor del IPN, un evento que, por supuesto, no ocurrió.

La propuesta original surgió de la inquietud de un grupo de científicos encabezados por Manuel Cerrillo Valdivia por crear una institución que contribuyera a que el país saliera del letargo científico y tecnológico, a partir de apostar por la generación de recursos humanos que, lejos de imitar las tendencias del conocimiento mundial, como hasta entonces lo hacían los científicos nacionales, tuvieran el entusiasmo y la capacidad de crear conocimiento de vanguardia.

Asimismo, se pretendía que la institución formara profesores capaces de impartir cátedras en universidades e instituciones tecnológicas, así como preparar y conformar grupos de investigación científica que dieran al país la oportunidad de un mayor desarrollo.

Según el recuento hecho por Susana Quintanilla en la publicación Recordar hacia el mañana. Creación y primeros años del Cinvestav (Cinvestav, México, 2002), Manuel Cerrillo presentó la idea de la nueva institución en 1959 a Eugenio Méndez Docurro, entonces director del Instituto Politécnico Nacional, quien aprovechó su cercanía con Víctor Bravo Ahuja, primer encargado de la recién creada Subsecretaría de Enseñanzas Técnica y Superior, para impulsar esta iniciativa.

Pero un proyecto de tal envergadura necesitaba la anuencia tanto del secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, como del propio presidente de la República, Adolfo López Mateos, los cuales a su vez se mostraron ampliamente interesados en la creación de la nueva institución.

Una vez obtenido el consentimiento de las autoridades federales, Cerrillo Valdivia, Méndez Docurro y Bravo Ahuja intensificaron los trabajos para delinear las características de la nueva entidad, al tiempo que buscaban a reconocidos científicos que pudieran estar interesados en participar en el proyecto. Fue en ese proceso que surgió el nombre de Arturo Rosenblueth, no sólo como investigador del nuevo organismo, sino como un candidato ideal para hacerse cargo de la novel institución, ante la negativa de Manuel Cerrillo por ocupar ese puesto.

Arturo Rosenblueth era un connotado fisiólogo que había formado parte de distintas instituciones científicas de clase mundial, y reconocido por su rigor académico. Ese perfil encajó de inmediato en el proyecto de la nueva institución, al grado que sus colaboraciones llevaron incluso a replantear su nombre, ya que la connotación de “escuela de posgraduados” no necesariamente se relacionaba con el desarrollo de la investigación científica, de la cual estaba convencido que era un elemento intrínseco para una mejor calidad de enseñanza.

También contribuyó para que la nueva institución tuviera como una de sus principales virtudes ser un centro interdisciplinario, en el que los procesos de formación y los del quehacer científico fueran parte de un todo. Asimismo, buscó que los investigadores sólo se desempeñaran como miembros de la nueva institución, por lo que buscó que la remuneración fuera lo más adecuada posible.

Al proyecto se sumarían distinguidos investigadores que ahora son reconocidos como parte fundamental de los cimientos del Cinvestav, entre ellos figuraron los matemáticos José Adem y Samuel Gitler. El primero de ellos fue uno de los miembros más jóvenes en ingresar a El Colegio Nacional, y de 1961 a 1973 se desempeñó como jefe del Departamento de Matemáticas del Cinvestav; en tanto que el segundo tuvo entre sus reconocimientos formar parte de la Sociedad Norteamericana de Matemáticas.

En el área de fisiología se convenció de participar a Ramón Álvarez Buylla, un exiliado español que llegó a México en 1947 (tras cursar sus estudios de medicina y posgrado en fisiología en la entonces URSS), donde colaboró en distintos organismos, como el IPN, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y, en sus últimos años, en la Universidad de Colima.

Otro personaje que más adelante se dejó seducir por la novedosa institución fue el físico polaco Jerzy Plebanski, quien fue el primer jefe del Departamento de Física del Cinvestav y que, como nota curiosa, llegó a la institución sin hablar español. Para el Departamento de Ingeniería se contrató a José María Borrego, egresado del Instituto Tecnológico de Massachusetts y especialista en electrónica de estado sólido.

Así, el Centro iniciaría su primera etapa con cuatro departamentos en áreas del conocimiento relevantes en el contexto nacional: Fisiología, Física, Matemáticas e Ingeniería, a las que poco tiempo después se les sumaría el Departamento de Bioquímica en 1962 y el de Química tres años después.

Los otros cimientos del Cinvestav

De acuerdo con la publicación Recordar hacia el mañana. Creación y primeros años del Cinvestav, en sus primeros años el Cinvestav contó con un apoyo total del gobierno federal y de las autoridades del IPN, incluso en el tema financiero, ya que durante su primer lustro la asignación presupuestal se incrementó hasta 15 veces, al pasar del millón de pesos de subsidio federal en 1960 a los 15 millones en 1965.

A estos recursos se sumaron las aportaciones de dos millones de pesos por parte del Patronato de Talleres, Laboratorios y Equipos del IPN, y otra de ocho millones por parte del Patronato de Obras del IPN a fin de contribuir con la construcción de los edificios del Centro. Otros organismos internacionales que también colaboraron con recursos durante los primeros años de la institución fueron las fundaciones Grass, Ford y Rockefeller, así como el Departamento de Salud Pública y los Institutos Nacionales de Salud, de Estados Unidos.

Esas aportaciones sirvieron de envión para trazar la primera etapa de las instalaciones del Centro, mismas que estaban conformadas por tres bloques que albergaron inicialmente la dirección, la administración, biblioteca y los cuatro departamentos.

El complejo fue inaugurado formalmente el 6 de julio de 1963 por el presidente Adolfo López Mateos, en una ceremonia donde coincidentemente se entregaron los primeros diplomas de los graduados del Cinvestav: cinco de maestría y uno de doctorado. Dos años después, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, inauguraría la segunda etapa del desarrollo, en el que se incluían dos edificios para instalar a los departamentos de Ingeniería Eléctrica y Química.

El contexto histórico que lo hizo posible

La presidencia de Adolfo López Mateos, el mismo que firmara el decreto de creación del Cinvestav, se caracterizó por buscar el desarrollo del país a partir de un modelo de sustitución de importaciones. Esto llevó a un cambio que acentuaba la preferencia de la producción de la industria transformativa y de la manufactura sobre la agricultura o la extractiva.

Estas políticas económicas que emprendía México requirieron de una transformación social que conllevaba la necesidad de una población más capacitada. Así, la educación profesional y técnica comenzó a incorporar a sectores sociales antes excluidos, el cuerpo de profesores se incrementó considerablemente y el sistema diversificó las ofertas educativas a fin de proveer recursos humanos calificados, además de ampliar el número de instituciones, con particular énfasis en la educación superior.

Adolfo Martínez Palomo hizo un recuento del contexto histórico en el que nació la institución durante su ponencia titulada Logros y desafíos de los primeros 40 años del Cinvestav, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Centro.

En esa ocasión mencionó: “La situación política y económica de México, de mediados del siglo pasado, permitió el surgimiento de nuestro actual sistema científico y tecnológico, con la aparición de los primeros centros de investigación en el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Nacional Autónoma de México... Se tenía la premisa de que la ciencia y la tecnología, impulsadas con realismo y en forma equilibrada, e incorporadas con propiedad a los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales de la nación, permitirían fijar las bases de la independencia económica y una participación equitativa a nivel regional o internacional”.

De forma que la creación de una instancia de investigación científica de calidad mundial y formadora de investigadores de alta especialidad, como fue diseñado el Cinvestav, se alineaba en la visión de un país que aspiraba a la modernidad y al desarrollo.

*Texto original publicado en la Revista AyP Vol. 1 No.3 Marzo-Mayo 2016

 

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