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Analizan relación del desarrollo del cáncer cérvico uterino con la microbiota vaginal

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Datos de la Organización Mundial de la salud señalan al cáncer del cuello uterino como el cuarto con mayor frecuencia en las mujeres, y considera que de las 311 mil defunciones por este padecimiento registradas cada año, más de 85 por ciento se producen en países de ingresos medianos o bajos.

En un esfuerzo por generar mayor conocimiento sobre esta enfermedad y observarla bajo una óptica diferente, un equipo científico conformado por los grupos de investigación de Patricio Gariglio Vidal y Jaime García Mena, ambos adscritos al Departamento de Genética y Biología Molecular del Cinvestav, emprendieron un estudio con el objetivo de analizar la relación entre el desarrollo del cáncer cérvico uterino con la microbiota bacteriana vaginal y del tracto digestivo.

“Con base en un modelo animal para cáncer cérvico uterino manejado magistralmente por el grupo de Patricio Gariglio, en que se expresa el oncogén E7 y se administra la hormona estradiol, nuestro grupo analizó los cambios en la microbiota vaginal durante el desarrollo del carcinoma; se hicieron estudios de genética, pruebas histológicas y muestreo de ADN, que mostraron cambios en la comunidad bacteriana presente en lavados vaginales pero no en muestras fecales”, explicó García Mena.

Los investigadores observaron cambios en la abundancia de bacterias en lavados vaginales tomados del modelo animal, sin embargo, encontraron que en presencia de cáncer invasivo en el cérvix, la microbiota bacteriana fecal no se alteraba, y con eso formularon la hipótesis que la microbiota bacteriana cérvico-vaginal es un blanco específico del efecto de la expresión del oncogén y administración de la hormona.

Los datos de la investigación, publicados recientemente en la revista Microbial Pathogenesis, y cuyo primer autor es Fernando Hernández Quiroz, graduado del doctorado en el Departamento de Genética y Biología Molecular del Cinvestav, sugieren con fundamento experimental que, en el modelo experimental y durante el desarrollo del carcinoma, la comunidades bacterianas que habitan en la vagina cambian, así como su relación con las células del hospedero.

Si la comunidad bacteriana que normalmente se encuentra en esa zona cambia, también pueden variar los metabolitos que producen, promoviendo la proliferación del cáncer. Si se pudiera controlar el cambio del perfil de bacterias, aun en condiciones favorables para el cáncer, podría pensarse en lograr retrasar su avance.

Con eso se podrían proponer otros manejos del paciente que ayuden a evitar el desarrollo del carcinoma y entender cómo cambian las bacterias, observando si producen algún tipo de metabolito medible. Así, con más investigación, en una visita médica además de un papanicolaou, también se mediría un metabolito bacteriano, que indicara que el ambiente está cambiando en dirección al cáncer.

“Cuando una célula se empieza a comportar diferente en camino a volverse cancerosa, cambia su relación con la comunidad bacteriana, esto haría que proliferen diferentes tipos de bacterias, detectándose algunas asociadas con el cáncer, entonces sería posible dar seguimiento a un tipo de metabolito que prolifere para contar con una alarma y complementar el diagnóstico oncológico”, sostuvo Jaime García.

En el modelo animal, al inducir un carcinoma invasivo se detecta una proliferación de estafilococos, así como bacterias de las familias enterobacterias y eritrobacterias, que tienen miembros novedosos, a los cuales se les debe dar seguimiento debido a la comunicación que presentan con las células y que impactan de manera positiva o negativa en la salud.

El cambio en el perfil de las bacterias no necesariamente es causa del cáncer, porque este se presenta como consecuencia de alteraciones de células en el hospedero; sin embargo, las condiciones en el ambiente cérvico-vaginal sí cambiarían, favoreciendo la proliferación del carcinoma.

Aunque la composición de la microbiota bacteriana del modelo animal no es exactamente igual a la de la especie humana, el tipo de funciones de las bacterias observadas sí se pueden asociar directamente con el equivalente funcional en las mujeres, y con su estudio se contribuirá a mejorar la salud en ellas, comentó Jaime García Mena.

Puedes revisar el artículo original en este enlace: https://doi.org/10.1016/j.micpath.2021.104763

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