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La empatía es resultado de una evolución social y biológica, aseguran expertos

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El escritor uruguayo Mario Benedetti preguntaba en su poema De árbol a árbol si estas especies serían solidarias: … ¿le avisará la encina de Westfalia / al flaco alerce de Tirol / que administre mejor su trementina?... ¿sabrán los cedros del Líbano / y los caobos de Corinto / que sus voraces enemigos / no son la palma de Camagüey / ni el eucalipto de Tasmania / sino el hacha tenaz del leñador / la sierra de las grandes madereras / el rayo como látigo en la noche?

La referencia a la empatía entre especies hecha por el poeta sudamericano también es una pregunta que la ciencia, desde sus diferentes áreas de conocimiento, trata de desvelar. En el caso de un grupo de investigación del Cinvestav ha explorado la empatía entre los seres vivos desde el dolor, y relacionan a este sentimiento, además de con estructura social, con un componente natural.

Principalmente en los mamíferos, la empatía se reconoce como una conducta evolutiva de los animales sociales y los humanos asociada con una actitud prosocial recíproca, altruista y moral; es decir, está dada por la habilidad y capacidad de sentir, reconocer y entender los estados emocionales de otros.

Incluso, diversos investigadores e investigadoras del cerebro han identificado que la empatía activa de manera selectiva ciertas áreas de ese órgano, ante la presencia de dolor por parte de un ser querido.

Por ejemplo, la ínsula anterior bilateral, relacionada con el gusto, olfato y la regulación de las vísceras, y la corteza cingular anterior, involucrada en emoción, atención, aprendizaje, memoria, y percepción del dolor físico y emocional, son activadas cuando la persona ve a un ser querido sentir dolor. Aunque otras zonas cerebrales relacionadas con el componente sensorial, como la corteza somatosensorial, no se activan.

Es por ello que algunas y algunos científicos han considerado al dolor como una sensación también transmitida en un entorno social; es decir, tal como ocurre con una infección que es contagiada en un grupo, la sensación dolorosa puede trasladarse de un individuo a otro.

En el Departamento de Farmacobiología del Cinvestav Sede Sur han realizado estudios con roedores para analizar el comportamiento de un grupo de individuos ante la presencia de estímulos dolorosos en alguno de sus miembros.

Entre los experimentos realizados se ha detectado que el estrés, común en grupos sociales, modifica la percepción del dolor. Si bien al principio el individuo estresado produce corticosterona, incrementando los umbrales de dolor a fin de resistir esa sensación, tras estar en continuas situaciones estresantes, ese efecto se revierte y genera hiperalgesia, es decir, una sensibilidad extrema de esa sensación.

Sin embargo, registraron que el sujeto estresado, al colocarse con el resto del grupo, transmite esa sensación a los miembros de la comunidad, pero eventualmente sus niveles de estrés se reducen al entrar en contacto con los demás individuos, ratificando que la vinculación social ayuda a calmar al individuo.

También se realizaron experimentos donde se producían continuos estímulos aversivos a un ratón para elevar la presencia de corticosterona, una vez obtenidos los niveles altos de esa hormona relacionada con el estrés y dolor, se ponía en contacto con otro animal que no había recibido ningún estímulo. Lo observado fue el incremento de los niveles de corticosterona en ambos sujetos, concluyendo que tanto el estrés como el dolor pueden ser transmitidos.

Un experimento más para comprobar la transmisión social del dolor consistió en seleccionar un grupo de ratones de una misma camada y provocar estímulos aversivos en uno de ellos en presencia del resto de la comunidad. Registraron la repetición de gestos relacionados al dolor por parte de todo el grupo de ratones, aunque no hubieran recibido los estímulos negativos.

A pesar de ser experimentos realizados en modelos animales, las conclusiones pueden trasladarse también a las personas, donde la presencia de empatía puede corroborarse como un proceso evolutivo, en el que no solo está involucrado el componente social, sino también la parte biológica.

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