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Personalidades del ámbito científico y cultural festejan los 35 años del departamento de Infectómica

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Eduardo Matos Moctezuma, Premio Princesa de Asturias y miembro de El Colegio Nacional

El Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Cinvestav conmemoró su 35 Aniversario con diversas actividades entre las que destacaron conferencias magistrales, con la participación de figuras destacadas de la ciencia y la cultura que ofrecieron una mirada profunda y multidisciplinaria sobre los orígenes del universo, la vida, y hasta las raíces de México.

El arqueólogo y antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, Premio Princesa de Asturias 2022, ofreció su visión sobre “Las excavaciones del Templo Mayor de Tenochtitlán”. Sostuvo que esas excavaciones se iniciaron en 1978, cuando un grupo de trabajadores descubrieron de manera fortuita, en las calles Guatemala y Argentina, en el primer cuadro de la ciudad, una monumental escultura que representaba a Coatlicue, diosa de la fertilidad.

El también miembro de El Colegio Nacional, recordó que fue nombrado como responsable de lo que se conoció como el Proyecto del Templo Mayor, con el objetivo de rescatar e investigar el pasado para traerlo al presente, mediante la revisión de fuentes históricas entre las que destacan códices, documentos, mapas, planos o crónicas que dejaron los conquistadores.

Personajes de la talla de Hernán Cortés, con sus cartas de relación; frailes como Bernardino de Sahagún, Toribio de Benavente, Motolinía, o Diego Durán; o la crónica del soldado Bernal Díaz del Castillo, dejaron testimonio de cómo era el Templo Mayor, del cual se calcula contaba con 78 edificios, muchos de los cuales se ha logrado ubicar, en sus diferentes etapas constructivas.

Eduardo Matos señaló que los edificios principales del Templo Mayor se elevaban hasta 40 metros, con dos escalinatas que culminaban en un adoratorio dual y su técnica de edificación consistía en sobreponer nuevas construcciones sobre las ya levantadas, y que al final concuerdan con las fuentes históricas.

También explicó que en la arqueología convergen una serie de ciencias como la física, para el fechamiento; química útil en diversos análisis de pigmentos; y biología o geología necesarias en la identificación o procedencia de los materiales; mencionó que después de 47 años de trabajos de excavación el proyecto del Templo Mayor continúa.

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Silvia Torres Castilleja, investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM

Por su parte, Silvia Torres Castilleja, investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM, presentó la conferencia “Las nebulosas planetarias, joyas del espacio”, que definió como una estrella rodeada por gas caliente; explicó cómo al emitir luz ultravioleta ioniza el gas con lo cual al recombinarse lo hace brillar, en un fenómeno transitorio muy breve de 10 mil años, un parpadeo en tiempos astronómicos. Su origen depende de la masa, si tienen mucha su vida es muy rápida y explota como una supernova formando púlsares u hoyos negros.

Las estrellas con masa muy pequeña, una vez formadas se quedan en una vida lenta sin mostrar ningún efecto, y las estrellas de masa intermedia, como el sol, son las que se vuelven nebulosas planetarias, sus elementos observacionales, susceptibles de medir, son la temperatura efectiva, luminosidad y también, si se conoce su masa, calcular su distancia.

La primera persona que encontró una nebulosa fue Messier, quien buscaba cometas con un pequeño telescopio y en repetidas ocasiones encontraba nubecitas gaseosas por lo que hizo un catálogo de ellas; en 1934 ya se habían encontrado cerca de 100 núcleos planetarios en nuestra galaxia y ahora se conocen cerca de 4 mil; no se sabe cuántas hay, pero se piensa que en la vía láctea existen alrededor de 200 mil millones de estrellas.

Silvia Torres Castilleja explicó que para el estudio de estas nebulosas se emplean imágenes generadas por diversos telescopios como el Hubble o el Webb, y en su análisis se usan diversas técnicas de espectroscopía para identificar sus elementos principales: como helio, carbón, nitrógeno, oxígeno, neón, sodio, azufre, cloro o argón, en el caso del hidrógeno permite determinar su densidad, proporción y tipo de polvo que las conforman.

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Antonio Lazcano Araujo, miembro de El Colegio Nacional e investigador de la Facultad de Ciencias de la UNAM

Antonio Lazcano Araujo, miembro de El Colegio Nacional y figura representativa en los estudios sobre el origen de la vida, ofreció la ponencia “Evolución de patógenos: el caso de los virus de RNA”, donde invitó a mirar a los virus de ácido ribonucleico, no solo como agentes patógenos, sino como ventanas al pasado molecular de la Tierra primitiva.

Desde su enfoque evolutivo, Lazcano Araujo argumentó que estos virus pueden ser modelos actuales de los primeros sistemas genéticos basados en RNA, previos incluso al surgimiento del ADN y las proteínas, y cuya existencia está respaldada por descubrimientos tanto en meteoritos como en estructuras celulares fundamentales como los ribosomas.

El también profesor de la Facultad de Ciencias de la UNAM, describió las piezas de un rompecabezas que abarca meteoritos con uracilo, estructuras cristalinas de polimerasas virales y ribosomas con actividad catalítica. Subrayó que los virus de RNA evolucionan a un ritmo mucho mayor que los de ADN, lo cual dificulta rastrear su historia profunda, pero también los convierte en un terreno fértil para estudiar mecanismos evolutivos antiguos.

El científico subrayó que en biología lo simple no es sinónimo de primitivo y más allá de clasificaciones médicas, los virus plantean preguntas fundamentales sobre la vida, su origen y su compleja evolución.

La conmemoración por los 35 años del Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular fue un espacio para reflexionar sobre su historia, celebrar sus contribuciones científicas y visibilizar el compromiso de su comunidad con la investigación de excelencia.

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