Conexión Cinvestav / miércoles, 15 de mayo de 2019 / Categorías: Boletin de prensa Retos educativos y nuevas tecnologías* En enero de 2017, los ministros de educación de América Latina y el Caribe, así como representantes de organizaciones civiles interesadas en el tema se reunieron en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, para analizar los avances de la región sobre el cuarto Objetivo de Desarrollo Sustentable establecido por la Organización de las Naciones Unidas, el cual pretende garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad en todo el mundo para 2030. Entre los compromisos a los que llegaron en la reunión destacó el esfuerzo por “enriquecer los currículos, las prácticas y contenidos de los sistemas educativos a fin de mejorar las habilidades del siglo XXI, teniendo en mente las necesidades y deseos de los jóvenes de la región. También la formulación de políticas curriculares a través de un enfoque interdisciplinario y holístico, centrado en el aprendizaje activo, contextualizado, transferible y autónomo, con prácticas pedagógicas inclusivas y transformadoras, que consideren vínculos con las dimensiones de la vida, maximicen el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación e incluyan temas relevantes de la sociedad global, interconectada y digital”, según refiere el acuerdo 13 del documento Declaración de Buenos Aires (UNESCO 2017). Esa no es la primera vez que se plantea el uso de las nuevas tecnologías para promover una educación de calidad e incluyente. En 1924 la BBC realizó sus primeros programas educativos en la radio; en México la experiencia más exitosa ha sido el programa de Telesecundaria, lanzado en 1968 y que continúa hasta la fecha. Sin embargo, las nuevas tecnologías digitales plantean un panorama más amplio, ya que es la primera vez que los aparatos no sólo nos acompañan a casi cualquier lado, sino que nos hacen interactuar y amplían las conexiones para el conocimiento. El planteamiento del uso de las nuevas tecnologías en la educación es analizado por investigadores de todo el mundo. Uno de ellos es Inés Dussel, experta del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav, quien ha trabajado sobre el tema y su impacto en la generación de conocimiento a lo largo y ancho de América Latina. ¿Cuáles de las nuevas tecnologías pueden ser empleadas en la educación? En un sentido amplio, todas pueden tener un aspecto educativo, así que es difícil decir aisladamente cuáles sirven para la educación y cuáles no. Por ejemplo, sería mentira decir que no aprendemos cuando jugamos videojuegos, pero el problema es qué aprendemos. Si bien hay software y aplicaciones específicamente educativas, otros medios digitales que no fueron pensados en ese sentido, también nos educan. Las redes sociales hoy son grandes arenas donde las nuevas generaciones se están formando. Por eso creo que es importante que las escuelas involucren a los medios digitales en su currículum y en sus pedagogías. ¿Pero qué pueden ofrecer estas nuevas tecnologías que no hayan prometido otras, como es el caso de la radio, la televisión o las computadoras? El gran cambio que ofrecen las nuevas tecnologías o los medios no es tanto la interactividad, porque todo texto o producto cultural involucra una interacción, sino la digitalización de los distintos lenguajes (texto, imagen, sonido). Otro cambio importante es que son “portables, pedestres y personales”, como dice Mizuko Ito. El celular y las tabletas han sido una gran ruptura porque vienen con nosotros a todos lados. Podría decirse que antes los niños traían la televisión a la escuela en los juegos, sus lenguajes e identidades, pero la presencia de los medios digitales en las aulas es mayor en cantidad y calidad. Un tercer cambio notable es que los dispositivos actuales son soportes para la escritura, no sólo verbal sino con imágenes y sonidos. Nuestros alumnos en clase toman notas, ven o crean videos, se conectan a redes de conocimiento que encuentran en internet, y pueden estar oyéndonos mientras miran su Facebook o el whatsapp, lo cual plantea nuevos desafíos para la atención y los aprendizajes. Esto pasa en diferentes niveles educativos, desde primario hasta terciario. Uno de los usos más extendidos en el aula en todos los niveles es la búsqueda de información, pero hay poca reflexión sobre lo que implica en términos del conocimiento. Hay que tener en cuenta que el motor de búsqueda más usado, Google, se organiza a partir de un algoritmo muy complejo que privilegia la popularidad de un contenido, y por eso lo primero que se encuentra no es necesariamente la respuesta verdadera o validada científicamente, sino la más visitada por los usuarios. Esto se conecta con el fenómeno que hoy se conoce como “posverdad”, que pone en evidencia que lo que más cuenta es lo popular, bonito o llamativo, no lo verdadero. Creo que como sociedad tenemos un problema con esta nueva condición de la verdad y el conocimiento, y el sistema educativo debe tomar esta cuestión muy en serio. Mencionó que las nuevas tecnologías ayudan en todos los niveles educativos, ¿cómo se da esto? Creo que pueden ayudar si tenemos buenas estrategias pedagógicas. Es innegable que impactan en todas las edades y generaciones; en un momento se pensaba que sólo impacta en los niños, lo cual no es cierto. Las nuevas tecnologías están permeando toda nuestra vida y eso no se restringe a la infancia. A nivel universitario y posgrado, la digitalización y la conexión global cambian las formas de producir, acceder o apropiarse del conocimiento. Pensemos en lo que está pasando en los laboratorios con la digitalización de los registros, en algunos casos la automatización de muchos procesos o en las ciencias sociales cómo la digitalización cambió la forma de producir textos o hacer investigación, el acceso a repositorios globales o a datos masivos (big data), así como poder nutrirlos y compartirlos en redes académicas muy amplias. En el otro extremo, a nivel preescolar, muchos niños, dependiendo del nivel socioeconómico, están muy conectados antes de entrar a la escuela. Sería bueno que el currículum escolar considere lo que ya saben y hacen los niños, o lo enriquezca. Hay por ejemplo aplicaciones muy interesantes para crear historias o aprender matemáticas; pero otros videojuegos son muy básicos y repetitivos, muy tradicionales en términos de género (las niñas visten muñecas, cocinan, los varones hacen deportes y construyen), así que considero que son poco interesantes educativamente. Es necesario mirar experiencias internacionales valiosas; por ejemplo en Inglaterra, donde hay una tradición de enseñanza sobre los medios, hay unidades curriculares que promueven que los adolescentes analicen su videojuego favorito desde su producción (empresa o grupo de diseño), que describan sus ventajas y desventajas, y que lo presenten a otros. Todo eso implica una postura reflexiva sobre esa práctica, una movilización de saberes más complejos y más rigurosos, que me parece que es lo que la escuela debe promover. ¿Pero qué hacer con la brecha generacional que actualmente existe entre maestros y alumnos? La cuestión de la brecha generacional no es homogénea. No estoy de acuerdo con la categorización de los niños y adolescentes como nativos digitales, que supone que todos los jóvenes lo son, porque nacieron en esta época. Cualquier docente que trabaja con niños ve que algunos se manejan fluidamente con la tecnología y otros que no. Aquí pesa mucho la desigualdad social y económica, el grado de acceso a los dispositivos y las reglas de uso en las casas. Con la metáfora de nativos digitales parece que los jóvenes ya saben todo y que los docentes no tenemos nada que hacer, pero es un gran equívoco. Hay un saber disciplinario y una experiencia vital en los adultos que es valiosa; además tengamos en cuenta que hay muchos maestros jóvenes que hacen usos parecidos a los de sus alumnos, por ejemplo con los videojuegos. ¿Son las escuelas el mejor lugar para aprender a través de las nuevas tecnologías? Es una pregunta compleja. Hay una discusión actual sobre si las escuelas son el mejor lugar para aprender cualquier conocimiento, pero eso excede a los medios digitales. Creo que las nuevas tecnologías deben tener una presencia relevante en las escuelas, tal como la tienen en la sociedad. No incluirlas es no tomar en cuenta lo que sucede afuera, es dar menos de lo que hoy está disponible en esta época. Pero no tengo dudas que las escuelas tienen que enseñar modos de usar esos medios más desafiantes intelectualmente, y también introducir preguntas éticas y políticas sobre esos usos. Por otro lado, las escuelas como ámbitos específicos de enseñanza o aprendizaje son importantes; ahí aprendemos muchas cosas que pasan por convivir con otros, aprender otras perspectivas menos familiares o intuitivas, trabajar con lenguajes más complejos y formas de indagación más rigurosas. Mucho de eso no se reemplaza con una plataforma ni con una enseñanza en el hogar, porque se necesitan secuencias didácticas, figuras docentes formadas e interesadas en promover ese vínculo con el conocimiento y el lenguaje. También hace falta un tiempo, un espacio que permita una cierta duración y una forma de intercambio diferente a la rapidez e inmediatez de las redes sociales. Por eso creo que las escuelas siguen siendo muy valiosas e importantes como instituciones sociales. ¿Cómo medir el impacto de las nuevas tecnologías en educación? Hay mucho debate al respecto, y creo que esa medición tiene que tomar en cuenta el largo plazo. Lo que se ve en pruebas como PISA es que no les va mejor a los alumnos que están expuestos a las tecnologías que a quienes no tienen tanto acceso. Pero quizá lo que se mide en esas pruebas no es lo que se aprende con las tecnologías. Algunos creen que hay que modificar las pruebas, y otros que hay que cambiar el currículum para que se alinee con lo que enseñan los medios digitales, pero habría que plantear algunas preguntas previas. ¿Qué queremos que enseñen las escuelas, pensando en plazos más largos? ¿Se refleja en las pruebas? ¿Todo pasa por que sepan usar las tecnologías, y qué quiere decir saber usarlas? Pongo un ejemplo: en los medios digitales se impone cada vez un lenguaje de tipo publicitario, de alto impacto emocional, de eslóganes. ¿Qué pasa con los argumentos y la reflexión en ese contexto? Vuelvo a lo de la “posverdad” y veo con preocupación que hoy en la política mundial predomina a veces una afectividad muy primaria. Creo muy importante que la escuela se preocupe por fomentar formas de pensamiento críticas y complejas que contrarresten esta tendencia. Para todo lo que se ha comentado, ¿existen políticas públicas adecuadas que respalden el uso de las nuevas tecnologías en la educación? Hay políticas para la apropiación de las tecnologías digitales en la educación, pero en muchos casos se han ocupado básicamente de dotar de equipamiento. Lo fundamental es facilitar el acceso a los sectores más pobres para que haya procesos genuinos de inclusión digital. Pero hay que acompañar la distribución de equipamiento con políticas de formación docente, curriculares y pedagógicas, que promuevan usos más críticos de los medios y que propongan operaciones con los textos, las imágenes y los sonidos (la música, los audios) de mayor riqueza y creatividad. Ahí nuestros países necesitan hacer mucho más que lo que hoy están haciendo. *El texto original se publicó en la Revista AyP. Vol2. No.4 Junio-Agosto 2017 Artículo anterior Lentes gravitacionales Siguiente artículo Celebrando a la luz Print 3928 Tags: educaciónTICsInés Dussel